martes, 6 de febrero de 2018

Desayuno con “Churros”

“Los Valenciano, cuatro generaciones con las manos en la masa”

Estoy segura que la encantadora Audrey Hepburn no hubiese despreciado un buen desayuno a base de chocolate con churros, porque, seamos serios, los diamantes puede que sean para siempre pero seguro que resultan muy indigestos. Bromas aparte, los churros y las porras forman parte de nuestra gastronomía más arraigada, tanto que estos lazos fritos se han convertido en todo un símbolo para el Madrid más castizo. Es curioso como algo tan sencillo; realizado a base de harina, agua y sal, tiene tantos seguidores.

No hay consenso sobre el origen de este exquisito tentempié, pero todo hace pensar que su origen es ancestral. Algunos creen que los inventores fueron los egipcios, pues se han encontrado algunas escenas de panadería en la tumba de Ramsés III (1184 – 1153 a.C.) en las que se ve como elaboran un producto en forma de espiral en lo que parece una sartén alimentada con un fuego. Otros consideran que su origen está en la antigua China, donde se consumían unas tiras de masa frita dorada y salada llamadas youtiao, tradicionalmente durante el desayuno, y que fueron los mercaderes portugueses quienes lo importaron a la Península Ibérica adaptando la receta a su gusto; añadiendo azúcar en lugar de sal y dándole la característica forma de estrella. Otra teoría cuenta que fueron los pastores españoles quienes popularizaron esta vianda y los que le dieron el nombre de “Churro”, por el parecido de estos con los cuernos de la oveja churra.





Vinieran de donde de vinieran, lo cierto es que en Madrid ya se comían churros en el siglo XIX. Como curiosidad os comentaré que no fue hasta el año 1887 cuando aparece por primera vez el término de “Fábrica de Churros”, concretamente en una petición de licencia para abrir un local. Es en ese momento cuando se hace alusión al oficio de churrero como tal, y fue Mariano Atienza Montoya quien hizo esa petición, quizá estemos hablando del primer churrero oficial de la historia, en Madrid. A partir de esa fecha se empiezan a abrir churrerías, como “churros”, si me permitís la expresión, y no hay localidad en Madrid que no posea la suya.

Yo también soy una apasionada de los churros, y de un buen chocolate para mojarlos, así que me he propuesto saber un poco más de la churrería con más historia de Pinto, "El Chupy", y de conocer a la familia que hay detrás, que lleva cuatro generaciones con las manos en la masa.

Situada en centro de la localidad, en el número 1 de la calle La Solana, enfrente del Parque Egido y de la parroquia de Santo Domingo de Silos, esta churrería se inauguró hace casi cuarenta años, en el 1981, justo el año en el que nació el benjamín de la familia, Rubén Valenciano, ¡vamos que vino al mundo, en vez de con un pan, con churro debajo del brazo!


            


Rubén, el churre, como le llaman sus amigos, me recibe con un chocolate caliente, una gran sonrisa y unas deliciosas porras. Me cuenta que fue su bisabuelo quien comenzó con esta tradición, “vendía churros en los soportales de la plaza del Ayuntamiento durante las fiestas”. Años más tarde sería su hijo, Andrés Valenciano de la Torre, abuelo de Rubén, quien le sucediera montando un quiosco en el parque Egido, donde durante más de veinte años estuvo trabajando como maestro churrero. Más tarde tomaría las riendas de esta tradición, Andrés Valenciano, su hijo, “mi padre cuando era un chaval ayudaba siempre a mi abuelo Andrés en el quiosco que tenía en el Egido, y así con él haciendo las masas aprendió el oficio de churrero”, comenta Rubén, que espera seguir con la tradición que emprendió su bisabuelo.


                             
Quiosco del abuelo de Rubén. Fotos cedidas por Ángel Luis, carnicero de Hermanos Naranjo.

Le pregunto por lo ingredientes, porque no tengo muy clara la diferencia entre los churros y las porras, “los ingredientes de las porras y los churros, son; harina, agua y sal, y nuestro ingrediente secreto, que no se puede desvelar, ¡claro está!. Los de los churros son exactamente los mismo, la diferencia es que la harina de las porras es un poco más fuerte que la de los churros, y luego está el cariño con que lo hagas, y las manos que tenga el churrero. Imagínate, mi padre, después de 50 años, cuando la harina viene con poca fuerza lo nota solamente con tocarla, y hasta ahí puedo leer, como dirían en el un, dos, tres”.


           



Mientras me tomo mi chocolate que, por cierto, es pinteño, Rubén me cuenta que su padre, Andrés Valenciano, nació en la calle del Marqués de Pinto, estudió el oficio de mecánico tornero, y que su madre, Sagrario, una zamorana de Espadañedo, tuvo que salir muy jovencita de su pueblo para ponerse a trabajar, estudió para esteticista y años más tarde conoció a Andrés, se casaron, y entre los dos montaron la churrería, “fuimos los primeros en Pinto en servir chocolate y también hemos sido los primeros en tener churrería, si no recuerdo mal. Mi padre trabajó durante mucho tiempo de lunes a viernes de mecánico tornero en Madrid y los fines de semana en la churrería, hasta que decidió quedarse solamente con la churrería”.




Desde que se inauguró, El Chupy se ha convertido en punto de encuentro para muchas familias y amigos, y como dirían en un grupo de Facebook, "No eres de Pinto si no has probado los churros del Chupy". Son muchas las anécdotas y los recuerdos que Rubén atesora de la churrería, junto con sus padres y su hermano Javier, y estoy segura que muchos pinteños también, “me gustaba mucho estar con la gente, y cuando era pequeñajo me ponía a limpiar las mesas en la churrería, allí hay una columna, y yo tenía unos patines, me ponía a dar vueltas con ellos, también aprendí a montar en bici en una cuesta que hay en la calle de la churrería”, dice con nostalgia Rubén. Otro recuerdo que tiene, y que afortunadamente quedó en un susto, es el día en el que su madre se atragantó y casi se ahoga, un cliente la salvó la vida realizándole la maniobra de Heimlich.





Pero no todo ha sido de color de rosa en esta churrería, hace dieciocho años sufrieron un pequeño incendio y la mala suerte ha querido que el pasado mes de diciembre este desagradable incidente se volviera a repetir, afortunadamente sin daños personales, solo materiales. Después de un parón de varias semanas y con mucho trabajo y esfuerzo la churrería ya está a pleno rendimiento, Rubén ha cambiado un poco la imagen, pero manteniendo la esencia de las churrerías tradicionales, y Andrés, nuestro maestro churrero, ha cogido la churrera de hombro, el palo de amasar y los palos de rodar y se ha puesto manos a la obra, bueno, en este caso manos a la masa.




Para ser justos, los churros y las porras no son patrimonio de Madrid y a lo largo de toda la geografía española podemos encontrarlos, aunque algunas veces con nombres diferentes, por ejemplo, en lugares de Andalucía se les llama churros verbeneros, ya que se venden principalmente en las verbenas, en Jaén se les llama tallos, en Granada, Málaga y Cádiz tejerinos, en Córdoba, jeringos y en Sevilla y Huelva calentitos, en otros lugares se les llama masa frita, pero en la mayoría de los rincones españoles los conocemos como churros y/o porras.

Se llamen como se llamen lo cierto es que están buenísimos, y si los acompañas con chocolate de nuestra fábrica Eureka, mejor, que mejor. Os animo a visitar este rincón de Pinto, dar buena cuenta del trabajo del Maestro Churrero Andrés Valenciano y chuparse los dedos.


































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